Subjetividad kierkegaardiana



Subjetividad Kierkegaardiana


El texto Temor y temblor escrito por Søren Kierkegaard bajo el seudónimo de Johannes de Silentio hace una escisión radical entre dos partes de individuo, a saber, la subjetividad y la intersubjetividad o, en otros términos, una escisión entre lo que es particular y lo que es general. En efecto, Kierkegaard nos describe un individuo que persiste en su subjetividad y suspende teleológicamente lo general (o intersubjetivo) y por otra parte nos describe al individuo que reprime su individualidad para hallarse en lo general. Otorgar importancia a la subjetividad o intersubjetividad producen dos tipos de individuos, estos son el héroe trágico y el caballero de la fe. Dos tipos de individuos significa dos tipos de cosmovisiones, es decir, dos formas de interpretar el mundo. Siendo así, en el presente escrito se pretende analizar cómo se relacionan estos individuos con "el mundo" bajo la perspectiva que Kierkegaard ilustra en Temor y temblor.

Antes de proseguir cabe aclarar dos conceptos para dar mayor claridad a este texto, en efecto, hay que aclarar los conceptos de individuo y mundo. Cuando hablo de individuo me refiero al ser humano que existe, en este caso un ser humano viviendo su existencia y por eso cabe denominarle individuo. Si me refiriera a varios seres humanos, entonces, no sería un individuo, sino, un grupo (o sociedad). Esta aclaración aparenta ser una perogrullada, pero el lector me comprenderá si entiende que quiero distinguir dos conceptos de individuo. El primer concepto es el que mencione anteriormente, y el segundo se trata del individuo en sentido superlativo, es decir, aquel individuo que escasea. Este segundo tipo de individuo es aquel que acepta su condición de individualidad y establece un límite entre él y los demás. Esto que menciono se entiende mejor en Temor y temblor cuando se dice lo siguiente: “El héroe trágico renuncia a sí mismo para expresar lo general, y el caballero de la fe renuncia a lo general para convertirse en el particular” (Kierkegaard, 2014, p.136). El segundo tipo de individuo es aquel que atiende a su subjetividad en detrimento de lo intersubjetivo (si es que la situación lo amerita). Pero, ¿qué es lo intersubjetivo? Lo intersubjetivo es mi traducción en términos más familiares de lo que Kierkegaard entiende por lo general. Lo general en Kierkegaard es aquella esfera de la existencia humana en la cual se desenvuelve la moral, es decir, es una esfera en la que hay paradigmas acerca de cómo debe ser nuestro comportamiento. Ahora bien, este paradigma, puede ser impuesto por diversas empresas sea iglesia, estado, revolución etc. Aunque sean diversas las empresas que constituyen lo general comúnmente estas comparten el hecho de que su paradigma se instituye porque gran parte de la población lo ha aceptado (aunque puede haber excepciones como los gobiernos totalitarios). Pues bien, entendiendo intersubjetividad por lo que Kierkegaard entiende por generalidad por razones de familiaridad con los términos, entonces, introduzco el segundo concepto a aclarar, el mundo. El mundo lo entiendo como sinonimia de la intersubjetividad, es decir, un mundo moral, otra manera de entenderlo es concibiendo el mundo que describe Heidegger cuando habla del Dasein. Por lo tanto, acá no cabe relacionar el concepto del mundo con la sola espacialidad, el mundo no es sólo un lugar espacial, sino, también un lugar histórico. Abraham se situaba en medio oriente y en una época anterior a Cristo, por tanto, el mundo (intersubjetivo) de Abraham no es el mismo que el actual.

El héroe trágico es un individuo, que no cae bajo el segundo tipo de definición que anteriormente hice, pues, es un individuo que no establece un limité entre lo que es él y los demás, sino, que por lo contrario es un individuo que se diluye en la intersubjetividad. El héroe trágico no tiene opinión, pues, su opinión coincide con la opinión de la intersubjetividad. Es decir, en un sentido laxo se puede afirmar que el individuo opina, pues, esta opinando lo intersubjetivo, pero, en un sentido riguroso se puede afirmar que el héroe trágico no tiene una opinión en tanto que no tiene una opinión subjetiva. Acá es cuando reafirmo la idea de que el héroe trágico no establece un límite entre él y el mundo, pues, porque simplemente él se ha convertido en el mundo al diluirse en él, se ha convertido en la opinión publica (o intersubjetiva). El héroe trágico es lo que los demás esperan de él, o en otras palabras es moral. La mente del héroe trágico es tal como John Dewey (2014) en Naturaleza humana y conducta afirma: “Nuestros pensamientos acerca de nuestras propias acciones están saturados de las ideas que otros tienen de ellas, y que han sido expresadas no sólo de manera explícita sino, más efectivamente aún, en reacciones a nuestros actos” (p. 327). El héroe trágico es moral al desenvolverse en la esfera ética al igual que la mayoría de los simples mortales, es decir, el héroe trágico comparte el mismo mundo que los demás. Desde la perspectiva del mundo el héroe trágico no es un héroe, sino, que es un ser humano más insertado en la intersubjetividad, en otras palabras, el calificativo de héroe es una sombra que rebasa su figura real. Esta sombra sólo deja de rebasar a su figura real cuando este tenga que hacer un sacrificio para el beneficio de su comunidad, es decir, cuando se convierta en un mártir.

El caballero de la fe por su lado, es un individuo paradigmatico, es el individuo en sentido superlativo. El caballero de la fe como muy bien afirma Kierkegaard renuncia a lo general, a la opinión intersubjetiva. Su renuncia se da porque “Lo hace por amor a Dios y, por lo tanto, del mismo modo por amor a sí mismo. Por Dios porque éste le exige esta prueba de su fe, y por sí mismo porque quiere dar esa prueba” (Kierkegaard, 2014, p. 117). Esta renuncia por amor a sí mismo y por amor a Dios es una renuncia al mundo común, pues, ha renunciado a la opinión intersubjetiva y, por ende, también ha renunciado al mundo intersubjetivo. El caballero de la fe tiene un nuevo mundo, a saber, el mundo en el que sólo existe él y Dios. Este mundo es ajeno a cualquier otro, pues, si lo comparte con otro que no sea Dios dejara de ser caballero de la fe (Kierkegaard, 2014). Este mundo que se lo puede denominar como el mundo subjetivo en contraste con el mundo intersubjetivo del héroe trágico solo maneja una opinión, la opinión subjetiva. La opinión que Abraham tiene en su mundo surge desde él mismo, y no es una opinión saturada con las ideas de los demás como afirma Dewey. Como Kierkegaard menciona en Temor y temblor la única relación entre las acciones del caballero de la fe y el mundo intersubjetivo es la ruptura del caballero de la fe con este. Esta ruptura permite establecer los límites claro entre lo que es Abraham y lo que son los demás, pues, al ser las acciones de Abraham contrarias a los de la opinión intersubjetiva establece de manera rotunda lo que son sus opiniones y las de la opinión intersubjetiva. No hay posibilidad de decir que la opinión de Abraham es intersubjetiva, cuando realmente la opinión de Abraham es la antítesis sin síntesis de la opinión intersubjetiva. Es como la distinción Kantiana entre una acción por mor del deber y una acción conforme al deber. La acción por mor del deber es una acción tal que no valga atribuir ninguna inclinación, por ejemplo, actuar por mor del deber es cuando confieso un delito aun cuando sepa que iré a la cárcel y la cárcel es un lugar que no me agrada. En cambio, una acción conforme al deber es cuando las inclinaciones se dirigen hacia la misma dirección que el deber, en caso del ejemplo anterior seria cuando confieso mi delito, pero, porque en la cárcel me encontraré con un viejo conocido. Abraham confeso su delito aun cuando ser aprisionado no le agrada. En la acción de Abraham no hay ninguna inclinación (o deseo, en palabras de Kierkegaard) que lo lleven cometer su acción. Por tanto, resulta claro que los limites que el caballero de la fe establece son bastante claros a diferencia del héroe trágico que borrando los limites se diluyó en la opinión intersubjetiva, es decir, dejó de ser un individuo y no en el sentido de ser un ser humano.

Ahora bien, hay dos mundos que son el sello de identidad del héroe trágico y del caballero de la fe. El caballero de la fe posee esta identidad debido que el mundo más propio (con el que más se identifica) es el mundo subjetivo, mientras que el héroe trágico posee su identidad debido a que el mundo intersubjetivo es el más ‘propio’ para él. Pero, el caballero de la fe no sólo está inmerso en el mundo subjetivo, sino, que también en el intersubjetivo. Pues, la necesidad del mundo subjetivo sólo surge en el momento que el mandato de Dios dictamine una prueba que vaya contra el paradigma moral. El mundo subjetivo surge cuando se suspende el mundo intersubjetivo porque la situación lo amerita. Sin embargo, se hace muy difícil pensar que toda la vida del caballero de la fe amerita una suspensión del mundo, y si es así la prueba que la divinidad le coloca al caballero de la fe pierde su carácter. Es como si el postre dejara de ser postre debido a que lo único que se consume es postre, este pierde su carácter de sobresaliente y su valor se derrite el los astiante. Así, una prueba interminable pierde su carácter de prueba y pierde su valor. Por tanto, imaginando que no toda la vida de un individuo sea una prueba, entonces no en todo momento el caballero de la fe tiene que suspender el mundo intersubjetivo, sino, sólo cuando el mundo intersubjetivo y la objetividad de Dios entren en conflicto. El caballero de la fe sigue guardando su relación personal con Dios a la vez que también tiene relaciones con otros seres humanos, sin embargo, llegado el momento la prueba de fe ameritara suspender el mundo intersubjetivo a la vez que suspende las relaciones con los otros seres humanos. Cuando el caballero de la fe está siendo sometido a prueba se aparta del mundo, pues, sabe que sus acciones no se entienden desde la perspectiva intersubjetiva. Como bien menciona Kierkegaard el caballero de la fe cuando realiza su prueba se entenderá como un loco desde la opinión intersubjetiva.
El caballero de la fe no sólo está inmerso en el mundo intersubjetivo y el subjetivo, sino, que además se encuentra en relación con el mundo objetivo. Dios es la manifestación del mundo objetivo, pues establece la certeza de la que peca el mundo intersubjetivo son su relatividad. Aunque Dios sea el mundo objetivo, no sé hasta qué punto se pueda afirmar que el caballero de la fe está situado en el mundo objetivo, pues, ante todo el caballero de la fe se encuentra en una situación de angustia. El caballero de la fe está interpretando los mandatos de la divinidad y cabe la posibilidad de que la interpretación de ese mandato sea errónea. En la posibilidad del error donde surge la angustia del caballero de la fe y, aún más importante, es donde surge su fe. Así que se puede considerar que aunque el caballero de la fe esta en relación con el mundo objetivo esto no significa que este en la objetividad, pues, cabe la posibilidad de que el mundo objetivo haya sido distorsionado por el caballero de la fe, ante esta posible distorsión al caballero de la fe sólo le queda disparar a la vaga silueta de la que cree ser su presa.

La angustia del caballero de la fe parece ser el modo en cómo se relaciona con el mundo, pues, su relación ante lo objetivo presenta angustia ante la posibilidad del error y por otro lado su relación con el mundo intersubjetivo denota angustia cuando sus acciones no son entendidas por la intersubjetividad (aunque bajo la mirada de Kierkegaard en Temor y temblor esta mirada del caballero de la fe hacia el mundo intersubjetivo revela su caída en la anfaegtelse y, por tanto, cesaría de ser caballero de la fe). Pero, ¿es acaso el mundo subjetivo una manifestación más de la angustia?, ¿cuándo el individuo se relaciona consigo mismo también se angustia? Ante esta cuestión cabe indagar primero en qué medida es posible relacionarse con uno mismo. Kierkegaard en Temor y temblor (al menos en estas dos sesiones: Problema I y problema II) no habla de esta cuestión que planteo yo acá, aunque claro, puede que no haya una cuestión interesante acá, sino, más bien una sandez en forma de tinta. Pero, la cuestión (si la hay) queda abierta pues es muy amplia como para tratarla en este breve escrito.

El héroe trágico no tiene angustia, pues, su sacrificio está justificado en la intersubjetividad e incluso alentado por ella. Cuando el sacrificio termina el héroe trágico tendrá justificado su apelativo, y será elogiado a la vez que recibe el consuelo de su pueblo.

El caballero de la fe sabe el entusiasmo que produce la renuncia cuando uno se sacrifica por el bien general, y sabe el valor que se requiere para obrar así, pero también sabe que esa acción comporta una certeza: la de llevarla a término en beneficio de lo general. (Kierkegaard, 2004, p. 137). En la anterior cita el caballero de la fe sabe la realidad del héroe trágico y sabe que su situación es deseable, pues, su dolor es comprendido por los demás. El héroe trágico como afirma Kierkegaard en Temor y temblor ha convertido su deber en deseo, es decir, su acción es conforme al deber y no por mor al deber. Las inclinaciones del héroe trágico van en la misma dirección que su deber y esta uniformidad direccional en cierta media significa un alivio para el héroe trágico. Este alivio se debe a que su deber es el deber del mundo intersubjetivo y su deseo se conforma al deber, por tanto, el deseo se vuelve intersubjetivo. Todos desean el sacrificio por el bien general incluido el héroe trágico. Este deseo intersubjetivo entonces alivia el dolor del héroe trágico, pues, es un deseo compartido por todos y en el momento que el héroe deba realizar su sacrificio sentirá como si todos lo hicieran con él. En ultimas, el héroe trágico no siente la angustia del caballero de la fe, sino, sólo un dolor atenuado por la colaboración de la intersubjetividad, pues, en sentido riguroso es la intersubjetividad la que hace el sacrificio, no el individuo que en el fondo se halla en el héroe trágico.

El caballero de la fe en esta sólo y solamente en su individualidad recae la responsabilidad de su acción, pues, no tiene al otro que le justifique su actuar. En tanto caballero de la fe su acción siempre se presentará injustificada al otro.

Para ir finalizando esta laxa divagación quedan las siguientes conclusiones: existen tres mundos el subjetivo, intersubjetivo y objetivo; el caballero de la fe se relaciona con el mundo objetivo y el intersubjetivo bajo la angustia, pero, queda indeterminado si esa angustia persiste en el mundo subjetivo. Por otro lado, el heroe trágico no siente angustia, pues, su acción se justifica en el mundo intersubjetivo, y como no goza del mundo subjetivo no se puede relacionar con el mundo objetivo a la manera que lo hace el caballero de la fe. El héroe trágico si llega establecer una relación con Dios, la establece en tercera persona por medio de la intersubjetividad como afirma Kierkegaard en Temor y temblor.

El caballero de la fe además goza de la riqueza de una cosmovisión interior que le es propia, el caballero de la fe goza de la virtud de que tiene algo que le pertenece. No hay una exaltación mayor al concepto de individuo que el de aquel que es propietario de sí mismo. Esta exaltación del individuo en sentido superlativo es la conclusión más importante que entreveo en el verso kierkegaardiano expresado por Johannes de Silentio en Temor y temblor. Estas reflexiones kierkegaardianas ameritan un analisis vivencial en la actualidad posmoderna donde los fines son infravalorados para estirar el presente continuamente. ¡Que trágico es llegar a la vejez y no recordarse a sí mismo!














Lista de referencias


Dewey, J. (2014). Naturaleza humana y conducta. Ciudad de México: Fondo de
Cultura Económica.

Kierkegaard, S. (2014). Temor y temblor. Madrid: Alianza Editorial.

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